Dibujo: "Boceto Redefinido", Calexico. Fuente: Saltimbanco-Calexico
Resulta que un tal Manolo (por aquél entonces le decían Μνασων o algo similar) era un constructor de
edificios griegos. Los edificios griegos tenían muchas piedras dentro y
hacia los lados, cuantas más piedras, mejor. Y si era posible que fuesen
de las gordotas, mejor todavía. Μνασων tenía un amigo llamado Pepe,
pero por aquella época nadie usaba el nombre de Pepe, y en el bar le
decían Προκοπιος, algo mucho más fácil de pronunciar para los griegos (que
hablaban en griego).
Un día, tras poner el último pedrusco sobre una casa y
cerrar el techo, Μνασων se quedó mirando todas aquellas piedras gordas que
habían sobrado para la construcción de aquella casa. Al parecer había habido
oferta de piedras gordas y ahora tenían de sobra. ¿Qué iban a hacer con todos
esos pedruscos griegos? Tras comentárselo a Προκοπιος en el bar sobre
aquellas cómodas sillas de piedra que se llevaban por aquél entonces Προκοπιος
se sorprendió.
-
¿Has
dejado todas esas piedras en el suelo? Pero, hombre, ¡ahora cualquiera con
veinte esclavos o cinco mulos te las va a robar!
Μνασων se dio un golpecito en la cabeza a modo de
hacer entender que había cometido un error con tal desgracia que la jarra que
sostenía en la mano (también de piedra, como debía ser) lo golpeó abriéndole la
cabeza. Treinta minutos más tarde, cuando Μνασων recuperó el conocimiento
le dijo de manera apresurada a su amigo Προκοπιος que sería mejor colgar las
piedras que sobraban de una grúa para que los gitanos no se las robasen. Tras preguntar
a alguno de los otros caballeros de aquél bar se dieron cuenta de que la grúa
aún no había sido inventada, y se lo apuntaron para inventarlo luego.
Fueron corriendo todo el camino que les separaba de la obra, parando
ocasionalmente para mear cerveza griega en las esquinas de las casas de piedra
griega que iban encontrando a su paso y, en menos de lo que tardaba el Sol en
moverse un poquito por el cielo, llegaron a la obra, que se encontrada
totalmente a oscuras en mitad de la noche. En ese momento, y desprovistos de
toda luz, comentaron que ya era hora de que alguien inventase la corriente
eléctrica. Por desgracia no llegaron a comentárselo a nadie nunca y el invento
se retrasó un poco.
Προκοπιος y Μνασων se quedaron mirando las grandes
piedras griegas que se apilaban alrededor de la casa. Habían sido colocadas en
vertical para moverlas con mayor facilidad cuando se fuesen a usar, y a Μνασων se
le ocurrió una gran idea.
-
¿Por qué no las tallamos y decimos que forman parte de la casa
como adorno?
-
No sé
lo que es un adorno.
-
Es una
cosa que pertenece a otra cosa más grande para hacerlo bonito, de modo que no
se pueda robar el todo.
Προκοπιος no tenía ni idea de lo que hablaba Μνασων, pero
era tarde y, según el plan de Μνασων, Προκοπιος sólo tendría que sentarse en
una piedra griega a ver cómo Μνασων tallaba una estatua. A Προκοπιος le pareció una idea genial.
El sol despuntaba ya cuando Μνασων había
terminado su primera estatua. Se había aglomerado una gran cantidad de gente
griega alrededor de la obra entre los que volvían de resacón, varios alumnos de
erasmus y los que iban pronto a la oficina aquél día. Y todos contemplaban a Μνασων,
que sudaba la gota gorda dando golpes a la primera gran piedra en vertical, que
estaba justo frente a la fachada de la casa.
El gran bloque de piedra ya no
tenía forma de bloque. Sin duda tenía forma de algo, pero no de bloque, ni de
nada que pudiese encontrarse por ahí. En realidad se parecía mucho a un bloque
al que le hubiesen dado de martillazos a oscuras durante varias horas.
Por fin, Μνασων, que a esas horas ya
había dejado de sangrar profusamente por la herida abierta con la jarra de
piedra, dejó de dar golpes, bajó del pedrusco y se echó varios pasos para
atrás. Luego otros pocos más. Finalmente cambió de sitio para ver su obra de
arte unos metros más hacia la derecha. Sintió cientos de ojos clavados en la
nuca, mirándole alternativamente a él y al peñasco.
Se giró y, gritando todo lo que pudo dijo:
-
¡Esto es una obra de arte!
-
¿Y para qué sirve? – preguntó una señora de la muchedumbre. Μνασων
puso cara de desconcierto. Miró a la estatua deforme y luego al público. No tenía
ni idea de para qué podía servir una estatua.
-
Sirve para decir que es una estatua que hay que mirar y que es
arte. Y el arte sirve para decir que hay que mirarlo y aprenderlo, y que es
distinto a todo lo demás.
Tras la dispersión de la multitud Μνασων se fue a dormir
la resaca unas tres idas y venidas del sol, pero fue incapaz debido al ruido de
martillos contra la piedra. Se asomó a la ventana de piedra y contempló decenas
de personas sudando arduamente y de un modo concienzudo destrozando
prácticamente todas las piedras que no sostenían edificios, e incluso algunas
que sí lo hacían. Se les veía increíblemente concentrados haciendo arte con
toda su voluntad y determinación para hacer la estatua que más se pudiese mirar
y que se dijese que era arte.
Dedico esta historia a todos aquellos que hacéis algo símplemente porque: se puede, nadie lo hace y queréis hacerlo.
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