Mudanza a Blog de Pensamiento lateral

lunes, 13 de enero de 2014

REFRÉSCATE


Las escaleras mecánicas se movían al ritmo cadente de los motores invisibles bajo ellas. Me subí sobre el primer escalón que apareció bajo el suelo y comencé a descender, dirección al túnel.

No necesitaba mirar para saber que ella ya estaría allí. Siempre estaba allí. Las escaleras morían en un andén de un vagón de ancho con una vía a cada lado para trenes de cercanías. Miré. Y allí se encontraba, como siempre, mirando a los rieles que yo tenía a la derecha según bajaba. Los demás transeúntes pasaban a su lado sin percatarse en su presencia allí, como si encajase con el decorado. Como si se tratase de un objeto más de la estación, en vez de tratarla como lo que era. Como la tentación propiamente dicha.

Metí la mano en el bolsillo izquierdo y palpé la cartera. 

< Creo que tengo suficiente.> pensé
< No lo hagas, saca la mano y anda en sentido contrario según llegues abajo.> mi mente, dividida, tiró de mí en las dos direcciones. ¿Cómo podía llamarme tanto la atención? ¿Cómo podía influir en mi de ese modo? A diario, sin falta, siempre desde el mismo punto. Lo que comenzó como un encuentro fortuito se había convertido en rutina. Colocada como estaba bajo la escalera, ¿cómo no iba a reparar en ella?

< Y, además, está Clara. >
< Clara no se va a enterar. Clara está en casa, y no tardarás nada. Ni siquiera perderás el tren. > 
< Te sentirás mal después de hacerlo. Te sentirás sucio, te sentirás gordo y asqueado contigo mismo. >

Saco la mano del bolsillo, sabiendo que en menos de dos segundos volveré y terminaré por sacar la cartera.

< Clara vino conmigo a la terapia, se lo debo. Nos lo debo. Esto tiene que acabar...>
< La última vez, después de esto, no le engañaré nunca más.> me miento a mi mismo y saco la cartera del bolsillo. El precio está pactado de antemano. Ni ella podría negociar ni yo obligarla. Había oído historias de conocidos, que a base de golpes lo habían conseguido gratis.

Sonrío, qué capullos. Además el andén está lleno de gente, no quiero llamar la atención más de lo normal. Casi hasta me da vergüenza.

< Pero la gente lo hace constantemente, no debe ser tan malo. > 


Termina la escalera y me apeo con la velocidad terminal del último escalón, pero comienzo a andar más lentamente tras unos metros. Entre ella y yo hay tres personas. Busco en mi cabeza una voz que me frene. Pero estoy demasiado cerca, puedo sentir la sensación de refresco que emana de ella. La tentación demasiado cerca como para ser obviada. No quiero obviarla, la quiero,...

<...y voy a conseguirla. Nadie me dice lo que tengo que hacer, y si a Clara le molesta: ¡que se busque a otro! >

Dos metros. Miro el cartel que informa de la llegada de los trenes. Me queda tiempo, pero no demasiado. Abro la cartera y, nervioso, dejo caer una moneda al suelo.

< ¡Joder! > necesito esa moneda.

Rueda y se para en el pie de una señora mayor. Se agacha a coger la moneda y me la tiende, mientras la mira a ella.

- Está fresquita, ¿eh? - la señora me guiña un ojo mientras me tiende la moneda.

Le sonrío y le doy las gracias. Miro la moneda.

< Justo lo que necesito. >

Oigo el tren mientras entra en la estación, frenando. Hasta la señora me induce a hacerlo. 

< Qué coño, un día es un día. >

Meto la moneda en la ranura y ella me dispensa una lata. La cojo y subo al tren justo antes de que las puertas se cierren detrás de mi.

< Clara acabará descubriéndolo, y eso que te acompaño a terapia... >

El sonido de la lata abriéndose disipa mi conciencia entre burbujas.

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